Cada domingo que veo mi plan de entrenamiento, me hago la misma pregunta:
¿Por qué sigo entrenando?
Y cada vez encuentro nuevas respuestas.
No entreno solo por la próxima carrera, ni por el reloj, ni por la medalla. Entreno porque el deporte me construyó. Bueno, a veces sí entreno porque quiero mejorar mis tiempos a pesar de que los años siguen pasando y los músculos duelen más, la recuperación toma más días y aparecen dolores nuevos. Pero el deporte me enseñó a ser disciplinado cuando nadie mira, a levantarme cuando no quiero, a mantener la palabra que me di a mí mismo.
Entreno porque el deporte me dio estructura cuando todo parecía moverse muy rápido. Me dio foco. Me dio paz.
Entreno porque quiero que mis hijas vean que la constancia vale más que el talento. Porque quiero que mis atletas, mis amigos, y hasta quien me lee por aquí, sientan que sí se puede, si uno se compromete y sobre todo si uno se compromete consigo mismo.
Porque si hay algo que he aprendido en estos años es que el deporte contagia. Que cuando alguien se atreve a empezar, muchos a su alrededor también lo hacen.
Y lo que muchos no saben es que yo mismo tuve razones para detenerme. Muchas…
Tuve un problema cardíaco que me obligó a parar. Y más raro aún: fui diagnosticado con una alergia al sudor. Sí, suena contradictorio para alguien que vive del deporte… pero fue real. Cada entrenamiento traía molestias, incomodidad, hasta frustración.
Pero no fueron impedimentos.
Fueron puertas.
Puertas que me llevaron a estudiar más sobre el cuerpo humano, a meterme de lleno en la fisiología, en entender qué nos mueve, qué nos detiene, qué nos hace rendir mejor. Y, sobre todo, qué nos mantiene firmes cuando la motivación no aparece.
Ahí entendí que el entrenamiento va más allá del físico. Es un trabajo emocional, mental y espiritual. Y ese conocimiento hoy tiene un propósito más grande:
Ayudar a otros atletas a cumplir sus objetivos, muchos de estos que se transforman en sueños.
Desde los que recién empiezan y no saben cómo estructurar su semana, hasta los que están persiguiendo un podio, un personal best, una clasificación a un mundial o una clasificación a la maratón de Boston. Porque entiendo lo que es tener obstáculos. Y sé que se pueden superar.
Entrenar no es una obligación. Es un privilegio, es una conversación íntima con uno mismo, donde cada zancada, cada pedal, cada brazada dice algo de quién eres y hacia dónde vas. Hoy tuve un entrenamiento de esos en solitario que te hacen preguntarte, ¿por qué sigues haciendo esto?
A veces entrenamos por la carrera. A veces por desahogo. A veces por costumbre.
Pero, en el fondo, siempre entrenamos por algo más profundo y una vez que encuentras ese por qué, todo se aclara. Ojo, eso no quiere decir que vas a disfrutar de todos los entrenamientos, hay muchos que te van a costar, en algunos incluso vas a sufrir, pero tener claro tu propósito, los hará mas llevaderos.
Por eso seguimos entrenando.
Por todo lo que ganamos, incluso cuando no ganamos.
¿Y tú?
¿Por qué entrenas?